sábado, marzo 05, 2011

UN CÚMULO DE CIRCUNSTANCIAS

Un cúmulo de circunstancias adversas me han mantenido alejado durante bastantes días del mundo bloguero. No he podido escribir (no se pierde mucho) y tampoco visitar con asiduidad los blog de mis amigos, por lo que les pido disculpas. No ha sido falta de interés sino, entre otras cosas, falta de tiempo, algo que me temo que en los próximos meses va a seguir siendo una realidad desagradable.

Y, precisamente, un cúmulo de circunstancias adversas, es lo que causó ayer que durante más de cinco horas, varios miles de personas quedaran atrapadas a 20 kilómetros de Madrid, en la carretera de A Coruña, a causa de una nevada que, por cierto, estaba prevista y avisada.

En realidad, a los afectados por esta situación, les da igual si la culpa es de pepiño o de la aguirre. Exactamente igual. Lo que importa es que injustificadamente, porque la nevada no fue tan descomunal ni mucho menos, un buen numero de ciudadanos pasaron horas angustiosas.

Y, por supuesto, no todos los que se quedaron atrapados son domingueros que cuando caen cuatro copos de nieve ya no saben conducir, ni ricachones que viven en las urbanizaciones de lujo de esa zona, sino personas normales que por circunstancias varias tenían que pasar por esa allí, como el caso del autobús con 60 escolares zamoranos que habían venido a visitar el Museo del Prado.

Como llueve (y nieva) sobre mojado, está más que justificado el disgusto de los que sufrieron el atasco y sería muy deseable que, además de las disculpas, que según creo que no se han producido todavía, se diera una explicación más rigurosa de la que se ha dado hasta ahora.

Que es evidente que cada vez que nieve en Madrid se forma una caos extraordinario no lo puede negar nadie. Que está claro que las diferentes autoridades responsables son incompetentes es diáfano, que está demostrado que los medios empleados para resolver estas situaciones lo hacen a destiempo, es un axioma y, asimismo es un hecho incuestionable que se acaban por culpar unos a otros pero, eso sí, cómodamente desde los despachos donde no nieva jamás.

Al final resulta que la culpa es sistemáticamente de los afectados que no tendrían que haber circulado por esa carretera. Bien: es posible que en muchos casos los conductores seamos algo insensatos, o no nos tomemos muy en serio las advertencias, pero no todos y no siempre.

Lo triste es que esto quedará en el olvido, nadie será cesado, nadie asumirá responsabilidades y pepiño y la aguirre seguirán tranquilamente en sus poltronas pese al cúmulo de circunstancias adversas que para los ciudadanos supone su presencia en ellas.