Ayer por la
noche la 2 de TVE emitió un interesante documental sobre
la mafia de Nueva York; su forma de
actuar, sus métodos expeditivos y sobre
quienes eran sus máximos capos. Pese a
que trataba de una situación de hace más
de medio siglo, no puede evitar una
comparación con nuestro tiempo.
Instintivamente
me acordé de los mercados, esa mafia financiera que actúa exactamente
igual que las familias sicilianas que paulatinamente se apoderaron de Nueva York
hacia los años cincuenta y desde donde controlaron todo el país en todo tipo de
negocios infames.
Esos
mafiosos de los “bajos fondos”, los Genovese
Lucciano, Costello y otros, llegaron a tener en su
nómina a jueces, policías, fiscales,
periodistas y ¡como no! a muchos políticos. Gracias a su inestimable ayuda consiguieron
una total impunidad durante años y años y los gobiernos eran (son) incapaces de frenar su actividad.
La
extorsión, el chantaje, el soborno y también el asesinato, en definitiva el miedo, eran los métodos gracias a los cuales estas
“familias” consiguieron alcanzar el verdadero poder, o sea el que realmente
tiene capacidad de tomar las decisiones, no el que se debería ejercer por el
mandato ciudadano.
Claro es
que los tiempos cambian, y ahora se ha
sustituido la pistola y la violencia de tugurio por la prima de riesgo. Sencillamente
se cierra el grifo de la financiación, se ahoga a un país, se hace caer a un gobierno y se coloca a una
serie de personas dóciles a sus dictados. Una especie de “protección” como la
que ofrecía la mafia a cambio de no destrozarte el negocio.
El
paralelismo mafioso con la actividad de los llamados mercados es evidente: al
igual que los capos de Nueva York, aquí
también hay familias, que ahora se llaman
fondos de inversión, dirigidos desde un
despacho por un grupo de personas en absoluto anónimas, como se nos pretende hacer ver, y que
manejan miles de millones de euros o de dólares con los que logran enormes
beneficios con inversiones que teóricamente sirven para financiar las economía
de los países.
En
realidad, lo que se pretende es que unos
pocos sean cada vez más poderosos, sin
correr el más mínimo riesgo, protegidos
por sus cómplices de hoy y escudándose en algo tan extraño como la rentabilidad
del bono, o la deuda soberana.
Pero, como
los viejos capos, necesitan cómplices y hay quienes están dispuestos a
serlo; evidentemente si no fuera por
personajes tan despreciables como la merkel, la antigua y entusiasta comunista de la RDA, esos mercados no podrían actuar con tanta
facilidad, con absoluta impunidad. Incluso
entre las familias mafiosas hay clases: unos mandan y otros obedecen.
Porque, también evidentemente, para
esa autoritaria y repugnante teutona, es
mucho más ventajoso financiarse gratis, aunque
sea a costa del sufrimiento de millones de personas y en estrecha alianza con
los nuevos mafiosos, que no cuestionan
su inmensa deuda soberana, que hacer el
más pequeño esfuerzo de solidaridad.
“Hay que
devolver la confianza a los mercados”, repiten
neciamente los políticos encabezados por la merkel y con Rajoy de perrillo
faldero, cuando lo ético sería decir con
claridad que hay que devolver la esperanza a los ciudadanos incluso a costa de
los mercados, o mejor todavía, necesariamente a costa del terrorismo de la
triple M: Mercado Merkel Mafia.